Introducción: A primera vista, el autismo y el trastorno de procesamiento sensorial pueden parecer similares, especialmente en cómo afectan el comportamiento de quienes los padecen. Ambos trastornos pueden influir dramáticamente en cómo una persona responde a su entorno físico y social. Pero, ¿cómo podemos distinguir uno de otro y entender mejor su impacto en la vida diaria?
1. El Rol de los Sentidos: En el núcleo del trastorno de procesamiento sensorial se encuentra una dificultad para manejar las informaciones sensoriales como sonidos, texturas o luces. Imagina que estás en una habitación donde las luces parpadean intermitentemente y cada parpadeo te hace sentir como si estuvieras bajo un reflector. Eso es algo que podría vivir una persona con hipersensibilidad sensorial. Por otro lado, el autismo también puede incluir estas dificultades sensoriales, pero se acompaña de retos adicionales en la comunicación y la interacción social.
2. Comportamientos Distinguidos: Los niños con trastorno de procesamiento sensorial a menudo se sienten abrumados o buscan activamente sensaciones para sentirse cómodos. Sin embargo, los niños con autismo pueden mostrar estos comportamientos además de otros patrones repetitivos o rituales que son menos comunes en el trastorno de procesamiento sensorial. Estos pueden incluir balancearse, alinear objetos de maneras específicas o seguir rutinas muy estrictas.
3. Navegando las Interacciones Sociales: Mientras que un niño con trastorno de procesamiento sensorial puede tener dificultades principalmente con la parte sensorial de las interacciones, un niño con autismo puede encontrar desafíos adicionales en entender las cues sociales o emocionales, como reconocer expresiones faciales, mantener contacto visual, o interpretar el lenguaje corporal.
4. Estrategias de Intervención: Identificar estas diferencias es crucial porque las estrategias para apoyar a cada grupo pueden variar significativamente. Mientras que las terapias para el trastorno de procesamiento sensorial se centran en desensibilizar o ajustar las respuestas a los estímulos sensoriales, las intervenciones para el autismo pueden necesitar abordar aspectos más amplios del desarrollo, como habilidades de comunicación y adaptación social.
Conclusión: Comprender las sutilezas entre el autismo y el trastorno de procesamiento sensorial no solo ayuda a los profesionales y padres a implementar las intervenciones adecuadas, sino que también permite a los afectados recibir el apoyo específico que necesitan para navegar su mundo de manera más efectiva. Reconocer y responder a estas diferencias puede mejorar significativamente la calidad de vida de estas personas.
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